El autor demuestra ser un gran retratista como se puede observar -pese a la rotura de la cara- en la efigie de Fernando VI, que preside la reunión, lo que explica que ya en 1753 compartiese con Roberto Michel las primeras medallas de escultura que otorgó la Real Academia de San Fernando. Es uno de los treinta y dos relieves (cuatro de ellos sin acabar) destinados a la decoración de los pasillos del Palacio Real, proyectada por Fernando VI e iniciada en 1753. Fue interrumpido el proyecto por Carlos III en 1761, por considerar los relieves excesivamente aparatosos. Al Museo del Prado llegaron, en el s. XIX, treinta y una de estas obras, nueve de ellas con escenas bélicas, siete con alegorías, siete con escenas religiosas y seis con consejos, además de dos representaciones de concilios, de las que una pudo ser diseñada para completar el conjunto de las asambleas políticas.
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