Es una de las características composiciones con aves de corral, en las que d´Hondecoeter se especializó y que habían sido introducidas en Utrecht en 1619 por Roelant Savery (1576-1639), quien, a su vez, se había iniciado en este género -cuyo máximo y más influyente representante fue Peeter Snyders (1592-1667)- durante su estancia en la corte de Rodofo II de Praga. Sin embargo, d´Hondecoeter gustaba de dotar a la escena principal de un dramatismo del que carecían los cuadros de Savery, o incluso los de su propio padre o de su tío Jan Baptist Weenix (1621-1659/61), más interesados en la descripción de los diferentes tipos de aves y de sus plumajes. En este caso, el drama gira en torno al lobo que ha sido interrumpido en su actividad -ocuparse de sus recientes víctimas, un cordero y un ganso- y mostrando los dientes acecha la llegada de algo o alguien que se aproxima por la izquierda. Como es característico en d´Hondecoeter, la composición está estructurada en tres planos paralelos. Los animales de la escena principal, casi de tamaño natural, se sitúan en el primer plano, muy próximo al espectador. Dos gallinas y un gallo, en actitudes diversas, ocupan el plano medio, cerrado por uno de los lados mientras que por el otro se abre a un extenso paisaje situado en el último término. En este caso, las arquitecturas habitualmente utilizadas por d´Hondecoeter para separar el fondo y convertir el primer plano en una especie de escenario para la acción, han sido sustituidas por una densa vegetación entre la que asoma una valla de madera rota. Un faisán sobrevuela el paisaje, donde a lo lejos se percibe a un pastor con sus ovejas, que podría explicar o guardar relación con la escena principal. El colorido a base de tonalidades terrosas y verdes, con breves notas de color local en las crestas y el plumaje de las aves, sirve para unificar a los animales con el paisaje. Tres focos blancos -el ganso, el cordero y el rebaño del fondo- ponen la nota luminosa al tiempo que conducen la mirada del espectador hacia el fondo en un zigzag que introduce cierto dinamismo en la escena. Llama la atención el moderno encuadre, casi fotográfico, que corta las figuras de algunos animales y que d´Hondecoeter utilizaba habitualmente para dar mayor viveza y naturalidad a las escenas.Por la técnica pertenece al estilo maduro del pintor, cuando logra una mayor unidad de la superficie pictórica al sustituir la detallada representación de las diferentes plumas y pelajes de los animales por la captación de la sensación general del plumaje o de las pieles. Podría pertenecer a un grupo de composiciones que Trnek (1992) sitúa en la década de 1680 y que cree pensadas como sobrepuertas o adorno para encima de las chimeneas. La presencia del zorro y del ganso muerto, excepcionales en la obra de d´Hondecoeter, sitúa esta pintura del Museo del Prado a medio camino entre las pacíficas escenas de corral y las dramáticas peleas de animales, o incluso del bodegón de caza, si bien en este caso la pieza muerta ha sido cobrada por otro animal y no por el hombre. De esta escena existe otro ejemplar, pero de contenido dramático más acentuado, ya que el cuello del ganso está descarnado y en el lugar de la pluma, cayendo desde el borde de la piedra, figura un hueso.Se ha querido explicar estas escenas de d´Hondecoeter como metáfora del comportamiento humano o bien como representación gráfica de refranes o dichos populares holandeses. En el caso de la escena que nos ocupa, Díaz Padrón (1995) la cree inspirada en la estampa de Virgilio Solis (1514-1562) que ilustra la fábula del lobo y el cordero.En 1965 se expuso en la Sala Parés de Barcelona. En 1994 fue adquirido por el Estado, por derecho de retracto, a M. Kimberly a través de Christie´s, con destino al Museo del Prado, donde ingresa ese mismo año.