Esta figura y la de Santa Catalina de Siena (P03129) se pintaron originalmente sobre sendas tablas de formato trapezoidal con un lado curvo. Fueron realizadas para colocarse como remate del segundo banco del retablo, dispuestas a ambos lados del Calvario escultórico. El trazado exterior convexo servía de cierre lateral del conjunto, conformando el contorno del retablo y por ello se cubrieron con pan de oro, a modo de molduras, los lados interiores y exteriores de cada tabla. El aspecto actual está manipulado, pues se han transformado en pinturas de caballete de formato cuadrangular.
El hecho de que los dos santos tuvieran que ocupar un lugar muy alto en el retablo, un espacio destinado a obras escultóricas, debió de obligar a Maíno a un tipo de representación efectista. La pintura de Maíno se adaptó perfectamente a este tipo de requerimientos. La potente iluminación y el volumétrico modelado empleados confieren a los dos personajes una monumentalidad extraordinaria.
Como ocurre con buena parte de los rostros masculinos, Santo Domingo presenta una concreción y una intensidad caracterológica que dotan al personaje de una vívida humanidad. El cabello oscuro y ensortijado, la barba corta y espesa, los ojos también oscuros y los rasgos bien definidos de la nariz y la boca se corresponderían seguramente con algún personaje contemporáneo del pintor.
En la representación de Santo Domingo de Guzmán conviene destacar algunos aspectos, tales como la manera directa de dirigirse al espectador o el hecho de querer hacer ostensible no solamente su condición de fundador, sino también, al acompañarse de una pluma, la actividad intelectual del santo.