Oficial romano al servicio del emperador Diocleciano, en el siglo III, éste ordenó que fuese ajusticiado a causa de su fe cristiana. Pese a ser atravesado por numerosas flechas, San Sebastián no murió en ese momento y siguió defendiendo el cristianismo. Contemplado desde un punto de vista muy bajo presenta un cuerpo sumamente estilizado y dirige su mirada hacia lo alto, mientras que al fondo el pintor nos ofrece una vista de la ciudad de Toledo. Obra de la etapa final de su carrera, muestra unas pinceladas muy sutiles, que permiten las transiciones de luces y sombras.
El lienzo se encuentra fragmentado, desconociéndose el momento en que se produce la mutilación y las causas que la provocaron.
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