Lienzo que presenta figura masculina con pelo y barba blancos en posición frontal de tres cuartos. Viste túnica de color carmín y manto verde. Con el brazo izquierdo, en escorzo, sujeta una cruz aspada y en su mano derecha porta un libro.
Martínez Ripoll propuso identificar esta obra con el San Andrés Apóstol que perteneció a la antigua colección sevillana de don José María Sáez, basándose para ello en las descripciones siguientes de dicha colección: la descripción sucinta que de esta pintura nos ofrece el autor anónimo de la obra Noticia de los Principales Monumentos artísticos de Sevilla (publicada en Sevilla en 1842) donde se describen dos Apóstoles que poseyó este coleccionista a los que este anónimo autor alude como fiugras de dos Apóstoles, de medio cuerpo especificando que las cabezas son excelentes, pero el diseño de los estenos (sic) incorrectos (Noticias de los principales Monumentos Artísticos de Sevilla, Sevilla, 1842:58). Amador de los Ríos también vió estos dos cuadros identificando a los Apóstoles con San Andrés y San Felipe de más de medio cuerpo y tamaño natural con las cabezas y los paños (...) de buen efecto y fácil ejecución, notándose en el diseño especialmente en las mano, alguna incorrección, que rebaja no poco su mérito (Amador de los Ríos, 1844:477). Pascual Madoz repite literal el comentario de Amador de los Ríos (Madoz, 1849, vol. XIV: 373)
Atribuído a Herrera el Viejo por Sánchez Cantón en el catálogo de 1921, señala este autor que la cabeza, fuerte y expresiva, hecha con decisión y con los tonos vinosos que en otras obras de Herrera se recuerdan. Tormo estuvo de acuerdo con la atribución. Tacher lo creyó pintura completamente de su estili por la libertad de modelado en el rostro y la postura que adopta el cuerpo. Tacher vio la influencia de de Juan de Roelas en la forma de tratar el madero de la cruz. Si bien este autor, pasó a considerar la obra de taller, aunque pintada directamente bajo la influencia del maestro. Para Mª Elena Gómez Moreno la atribución a Herrera el Viejo no parece discutible. Esta estudiosa veía todavía en la obra un poco manierista en modo de tratar los ropajes, así como el color, pero la cabeza mostraba ya la áspera valentía de su estilo personal. No debe ser lejano en fecha de la Pentecostés, con la que presenta semejanzas técnicas. Por el contrario, Martínez Ripoll aprecia en la obra un mayor naturalismo y una pincelada mas suelta, fechándola ya en los últimos años de la segunda década del siglo XVII. Además Mª Elena Gómez Moreno establecía una relación entre este cuadro y un dibujo a pluma de la Biblioteca Nacional, firmado por Herrera en 1611, que representa también a San Andrés con cruz detrás, aunque varíe la actitud. Martínez Ripoll precisó que no existe en la Biblioteca Ncional dicho dibujo de Herrera fechado en 1611, y que seguramente, la autora, por causa de error tipográfico, se quería referir a un dibujo de Herrera, San Andrés, pero firmado en 1642 (para este dibujo véase Martínez Ripoll, 1978: 226, nº D12). Si fuera este dibujo al que hubiera querido aludir Mª Elena, Martínez Ripoll no ve relación entre la pintura y el dibujo, salvo las meras coincidencias imprescindibles por tratarse del mismo asunto iconográfico. Martínez Ripol también rechaza la opinioón de Tacher referente a que la figura del presente San Andrés sría el mismo tipo que el San Andrés que aparece en la obra de Herrera que representa El Juicio Final, conservado en la iglesia sevillana de San Bernardo (fechada en 1628-1629), así como también el presente tipo aparecería en la Visión de San Basilio del Museo de Bellas Artes de Sevilla (1638-1639). Estas presuntas semejanzas las recogería en 1960-61 Sambricio en la ficha catalográfica de la exposición Velázquez y lo velazqueño. Como ya indicamos, Martínez Ripoll rechaza dichas semejanzas. (Redondo Cuesta, José, 2007, pp. 158-159)