Espléndida imagen de la actriz María Guerrero retratada en su niñez. Posa vestida con un traje azul y blanco, sentada sobre una silla de madera y apoyando sus pies sobre un almohadón de terciopelo rojo con mirada perdida y gesto serio.
La pincelada, larga y gruesa, construye la figura a base de planos de color, evocando el arte de Rosales, y estableciendo un gran contraste entre el ajustado dibujo del rostro y la libertad expresiva del resto de los elementos que quedan abocetados en un ejercicio de libertad pictórica.
Esta obra fue adquirida a María Fernanda Ladrón de Guevara por Orden Ministerial de 28 de diciembre de 1955, con destino al desaparecido Museo de Arte Moderno.
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