Jerónimo Vich, embajador de Carlos V en Roma, fue el primer propietario de esta obra, inusual por situar la escena en un interior, mostrando el momento en que Cristo toma la Cruz en el palacio de Pilatos. El cambio de escenario no resta dramatismo a la composición, que transmite una gran sensación de angustia por la acumulación en primer plano de las figuras de Cristo, el sayón y el soldado. A la derecha se abre un ventanal por el que se vislumbra la comitiva abandonando Jerusalén en dirección al Gólgota.
Fue regalada a Felipe IV por Diego Vich, descendiente de su primer propietario, y trasladada al Monasterio de El Escorial en 1656-57, de donde ingresó en el Museo del Prado en 1839.