Este pintor es uno de los representantes más destacados -y de los más singulares- del primer Renacimiento en Palencia. Aunque no se conserve ninguna referencia documental que lo pruebe, debió estar conectado de algún modo con Juan de Flandes (doc.1496-1519) durante el tiempo en que éste trabajó en Palencia (1509-1519), a juzgar por los modelos utilizados para sus figuras fuertemente dependientes de las suyas, lo mismo que la forma de representar los paisajes. Y tampoco fue ajeno al influjo de Pedro Berruguete (h.1445/1450-1503), pero sólo en terminados esquemas compositivos, como la forma de representar a los profetas en los bancos ante un pretil, como en este caso. Al margen del influjo de Juan de Flandes, y del de Berruguete en mucha menor medida, el Maestro de Becerril fue receptivo a la influencia del arte italiano, al que debió acceder por vía indirecta, a través de grabados. Prueba de ello es que gustó representar en sus pinturas arquitecturas renacientes, en las que con frecuencia se incorporan esculturas o relieves a los que este artífice otorgó un significado simbólico. Dada su fuerte dependencia de Juan de Flandes, Post llegó a pensar en 1947 que podía ser hijo del pintor flamenco. En cambio, Angulo sugirió en 1937, sin fundamento alguno, que tal vez se le podría identificar con Juan González Becerril, yerno de Pedro Berruguete, documentado en Toledo en 1498 y que posiblemente continuó trabajando en esta ciudad. Y tampoco se le puede asociar con el García Ruiz, documentado en Palencia en 1533, "que vino de Paredes de Nava", como supuso Joaquín Yarza en 1987, aunque quizá sea más probable. Al no haberse podido descifrar la identidad de este pintor palentino, para designarle, hubo que otorgarle un nombre convencional. Se optó por el de Maestro de Becerril a partir de una de sus obras más destacadas y más conocidas, el Retablo mayor de la Iglesia de San Pelayo de Becerril de Campos (Palencia), que ya no se conserva in situ. El cuerpo del retablo y dos tablas del banco con las figuras de Santa Catalina y Santa Agueda fue adquirido por la Catedral de Málaga, donde se colocó en su actual emplazamiento, la Capilla del Sagrado Corazón, sita en el lado de la Epístola de la sede malagueña. Estas cuatro tablas de profetas, pertenecientes al banco de un retablo, cuyo destino original se ignora, fueron dadas a conocer por Diego Angulo Íñiguez cuando pertenecían a la Colección Adanero (1937) y son piezas capitales dentro de la producción de este pintor, precisamente porque este artífice obtiene sus mayores aciertos en las obras en las que representa una única figura, como sucede aquí. Tanto es así que, cuando Angulo se refirió al Maestro de Becerril en 1937 y en otros estudios posteriores, llegó a afirmar que "si hubiera sabido mantenerse al nivel que alcanza cuando pinta personajes aislados, su rango dentro de nuestra pintura renacentista sería muy superior". Los cuatro profetas propiedad del Prado -Salomón, Isaías, Ezequiel y David- evidencian tanto el interés de su autor por la arquitectura renacentista, patente en los ricos tronos en los que se sientan -escorzados los de Salomón y David por ocupar los extremos del banco y los otros dos en posición frontal-, como su amor por el paisaje. Prueba de ello es que en este caso, y en muchos otros, situó a sus figuras ante un fondo de paisaje -los lejos, como se les llamaba entonces en los documentosâ??, en lugar de ante los fondos de brocado de oro que de manera casi sistemática utilizó Pedro Berruguete en sus obras, algo por otra parte, acorde con el gusto de la época en que cada uno desarrolló su actividad -Berruguete hasta 1503 y el Maestro de Becerril entre 1520 y 1535-. Los tipos humanos seleccionados por el Maestro de Becerril para representar a los cuatro profetas -particularmente en el caso de David- y la forma de traducir el paisaje en estas cuatro tablas denotan lo profundo de la deuda contraída con Juan de Flandes. Remiten al pintor flamenco los edificios en ruinas, las formas de las rocas que evocan el estilo de Mantegna, las piedras preciosas alusivas al paraíso esparcidas en el suelo y motivos tales como el lacre con que fija la filacteria con los nombres de los profetas, igual que hizo Juan de Flandes con la que lleva inscrito el "INRI" en La Crucifixión del retablo mayor de la Catedral de Palencia, propiedad asimismo del Museo del Prado desde el año 2005.