En la amplia producción del pintor barcelonés Francisco Sans Cabot destaca su gran cuadro de historia Episodio de Trafalgar, segunda medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1862, y propiedad del Prado (P05729). La escena representa el naufragio de los tripulantes del navío español Neptuno, arrastrado por la tormenta a su destrucción tras chocar, después de la batalla, con las rocas del castillo de Santa Catalina en el Puerto de Santa María. El presente boceto permite un mejor conocimiento de la obra, la más importante de su autor, puede así estudiarse mejor el desempeño de los artistas ante composiciones de máxima dificultad, que consumieron el mayor esfuerzo de su tarea creadora, y en las que el auxilio de los bocetos y estudios preparatorios resultaba obligado. Además, este boceto permite advertir el característico modo de trabajar de su autor. A diferencia de otros artistas de su época, que ampliaron sus estudios en Roma, Sans lo hizo previamente en París, donde fue discípulo de Thomas Couture. En su estudio parisino aprendió el gran valor que tenía esta clase de bocetos, ejecutados atendiendo no tanto al dibujo de contorno sino a las grandes masas de colores y luces contrastados, con una factura muy amplia, que permitía advertir sin esfuerzo el efecto general que habría de ofrecer la composición final. Por otra parte, es un testimonio fiel de una orientación muy próxima a la pintura francesa de mayor proyección en la época, como era la de Couture, el principal pintor del eclecticismo y maestro de Édouard Manet. En este sentido el boceto evidencia, lo mismo que el cuadro definitivo, la armonía entre la inspiraciónen el romanticismo y el claiscisimo. De un lado, está en relación con los artistas románticos que habían tratado antes sucesos contemporáneos en obras de gran formato, como Géricault y Delacroix, en especial la disposición del cadáver y el trozo de mástil arrancado en el primer término; de otro lado, atestigua la pervivencia, transformada por una ejecución más suelta y expresiva, de algunos modelos de raíz clasicista, como la figura del hombre sentado a la derecha. De la comparación del boceto con la obra terminada se deducen algunas variantes, pero lo esencial de la composición final aparece definido con toda claridad, lo que muestra el valor y la utilidad que en efecto tuvo como instrumento para la ejecución del cuadro. La obra aumenta el número de pinturas de su autor que conserva el Prado, y permite conocer mejor la primera y más interesante época de un artista que fue amigo íntimo de los renovadores de la pintura española de la época, Eduardo Rosales y Mariano Fortuny, y gozó de gran prestigio en su tiempo, pues en 1873 fue nombrado director del Museo del Prado y dos años después ingresó en la Academia de Bellas Artes de San Fernando.