Retrato atribuido desde antiguo a José de Madrazo, su autoría parece confirmarse a través de su análisis estilístico, que presenta todas las características del lenguaje estético de este maestro, reforzado además por noticias documentales que definitivamente no parecen dejar duda alguna respecto a dicha atribución. En efecto, Madrazo reseña en su Inventario manuscrito la ejecución en el año 1815 de dos retratos del Papa Pío VII de medio cuerpo, pintados durante su estancia en Roma para la familia del Cardenal Gardoqui de Bilbao; uno de los cuales ha de tratarse, con toda probabilidad, del presente ejemplar. [...] El cuadro copia literalmente la efigie oficial del Papa pintada en 1815 por Vincenzo Camuccini (1773-1844), aunque reducido su formato al busto [...]. Ello explica la posición ladeada del modelo, extremadamente inusual para un retrato posado de estas características, así como la apariencia congelada del gesto y la falta de aliento vital en la efigie del pontífice. [...] el retrato está resuelto dentro del lenguaje plástico más personal de José de Madrazo, a cuya característica paleta pertenecen los rojos del terciopelo o el color del fondo, así como su dibujo perfilado y riguroso, cuya dureza se acentúa quizá en este caso al copiar una efigie ajena. Pero es en detalles más sutiles donde puede advertirse con mayor precisión la mano de Madrazo, como en su particular forma de modelar las articulaciones de los dedos, la reproducción minuciosa de los bordados de la estola papal, descritos con un dibujo cuidado y preciso, ó la técnica extremadamente lisa y deshecha con que resuelve los cabellos, con una materia pictórica delgadísima, dejando asomar incluso la preparación del lienzo, tal y como se puede advertir en otras pinturas del artista.