Suñol bebió de las fuentes clásicas y renacentistas y culminó su producción realista con una excepcional interpretación de la figura de Dante (1265-1321). La representación del poeta florentino y autor de La Divina Comedia, aparece pensativo, tocado con una corona de laurel, símbolo de reconocimiento, de fama y de inmortalidad, con el atuendo propio de su época sentado en una silla de tijera (de tipo Savonarola y muy popular en la Florencia renacentista), y en la línea de toda la iconografía de este personaje, en un momento de absorta reflexión y con un libro en la mano izquierda, quizá una referencia a la filosofía o a los textos latinos en los que se refugió. La composición es muy original, noble, ponderada e intimista, con un esmerado, tratamiento de lo pliegues, vinculado al mundo más romántico. El planteamiento, sobrio, sencillo y claro, ya testimonia su destacada personalidad artística, y prácticamente toda la crítica la considera su obra maestra.