El carácter abocetado, casi esquemático, de la composición hacen de esta obra una de las más atractivas que sobre temática taurina pintó Fortuny. La pintura ofrece una panorámica de una plaza de toros, seguramente la de Madrid, en la que destaca muy especialmente el potente contraste lumínico entre el tendido de sol y el de sombra y la presencia bulliciosa de los espectadores, que el pintor trata como una masa informe a base de múltiples manchas negras y pequeñas pinceladas ocres, mostrando su preferencia por el lado más colorista del espectáculo y rehuyendo su intensidad más dramática.
Esta obra fue donada por la viuda de Mariano Fortuny y Madrazo al desaparecido Museo de Arte Moderno en 1951.