Saulo (San Pablo) caído en el suelo junto a su caballo, aparece rodeado por sus acompañantes que huyen despavoridos ante la aparición de Cristo, representado por el gran resplandor del fondo.
La composición se construye a partir de dos grandes diagonales que convergen en Saulo, como elemento principal de la obra, y anticipa el movimiento barroco con los fuertes escorzos de las figuras. Esta obra es un claro ejemplo de la tendencia veneciana desarrollada a partir de 1600 que se caracteriza por dar mayor importancia al dibujo, resaltando la línea que contornea a las figuras.
Palma el Joven fue el último miembro de una importante familia de artistas venecianos. Se erigió en el pintor más importante en la Venecia de finales del siglo XVI, desarrollando su estilo a partir de los grandes artistas inmediatamente anteriores a él, como Tiziano, Veronés y sobre todo Tintoretto.
Esta obra fue adquirida en la almoneda de Carlos I de Inglaterra para Luis de Haro, quien la regaló a Felipe IV (1605-1665). Éste la hizo enviar al Monasterio de El Escorial, de cuyas colecciones ingresó en el Museo del Prado en 1839.