Durero realiza esta tabla y su compañera Eva (P2178) al regreso de su segundo viaje a Italia en 1505 y ambas suponen un intento de sintetizar las enseñanzas recibidas, buscando un equilibrio entre italianismo y germanismo, a fin de alcanzar la perfección ideal del cuerpo humano, para lo que el asunto bíblico es un simple pretexto. Su conocimiento del desnudo clásico raya a una altura prodigiosa al tiempo que la exactitud del dibujo revela un pulso de grabador único, anclado en las tradiciones del Norte.
El creciente influjo italiano se percibe en la monumental grandiosidad de sus figuras, mientras que su germanismo se advierte claramente en el cromatismo, la precisión del detalle y el gusto naturalista de corte expresionista, avivado aún más por su genial espíritu de dibujante.
Regalo de la reina Cristina de Suecia a Felipe IV.
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