La representación del torso desnudo de un viejo, fuertemente iluminado por los rayos del sol fue un tema muy trabajado por el pintor, para estudiar la incidencia de la luz sobre fondos oscuros.
La obra como es habitual en las pinturas de Fortuny, muestra diferentes grados de acabado en su superficie. La parte inferior, está tan solo esbozada mientras que la cabeza del modelo, en la parte superior, muestra un trabajo más profundo de extraordinaria naturalidad, favorecido por el estudio de la luz que ofrece zonas contrastadas de claros y sombras.
Este cuadro ingresó en el Museo del Prado como parte del legado de Ramón de Errazu.