Patronas de Sevilla, las santas alfareras sufrieron martirio por haberse negado a adorar una imagen de la diosa Venus. Se representan con sus cacharros de barro, o alcazarras, y las palmas, mientras un león lame el pie de Santa Rufina. Al fondo se distingue la catedral sevillana, con la Torre de la Giralda, que quedó en pie por su intervención milagrosa en el terremoto de 1504.
Es uno de los varios bocetos que el pintor realiza para el cuadro del mismo tema del altar mayor de la Sacristía de los Cálices de la Catedral de Sevilla. El encargo del Cabildo se hace en 1817 a través de don Agustín Ceán Bermúdez, erudito escritor de arte y amigo de Goya, que da las directrices para la representación de este tema. El pintor viaja a Sevilla para conocer la ubicación del cuadro, así como la iconografía tradicional de las santas sevillanas.
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