Goya representa a San Juan como un adolescente, con la Cruz entre las manos y la filacteria con la frase “Cordero de Dios”, sus atributos tradicionales. El artista le sitúa sobre una roca, con la cabeza girada hacia arriba, reflexionando sobre la futura Pasión de Cristo.
Se trata de una original concepción de este tema religioso, tan habitual en España desde la tradición establecida por los pintores del Barroco.
El colorido, que se mantiene con excepcional viveza, así como el dibujo, apreciable incluso junto a los colores negros que no han perdido su volumen, son ejemplos de la perfecta conservación de la obra, fruto de la técnica abstracta y segura de Goya en los años finales de la primera década del siglo XIX.
Aparece citado en el inventario de los bienes de Goya y su mujer, realizado en octubre de 1812.
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