Escultura barroca de finales del siglo XVIII en madera policromada y estofada representando a San Joaquín, vestido con túnica y manto de pliegues muy movidos y abultados, y se inclina alargando su mano derecha. Formaría parte de un grupo del que falta la Virgen Niña. La figura apoya sobre una peana dorada, de estilo barroco, perteneciente al siglo XX. Esta peana fue adquirida por Sorolla probablemente en 1914 a un tal Antonio Roldán, comerciante de espejos, molduras y ornamentación religiosa en Sevilla.