El santo aparece recostado sobre una roca, en pleno éxtasis místico, tras la reflexión sobre la muerte a la que aluden la calavera, la cruz y el libro. Es confortado por un ángel músico según se narra en el libro Florecillas de San Francisco (Parte II, consideración segunda).
Es obra del segundo periodo de Amberes, donde el artista reside de 1627 a 1632, antes de su marcha a Inglaterra. El estilo conjuga la soltura plástica que el artista asimila durante su estancia en Italia con la tensión dramática propia de sus cuadros religiosos.
Adquirido para Felipe IV en la almoneda de Carlos I de Inglaterra.
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