Pintura de formato apaisado con la representación del busto de una figura masculina sobre fondo neutro, que mira al frente. Tiene la cara ligeramente ovalada, de frente despejada, ojos pequeños enmarcados por cejas espesas y cubiertos con gafas redondas. La nariz es recta y la boca casi desaparece bajo la barba espesa de color claro. El pelo es de color oscuro y se peina con raya a un lado. Viste chaqueta marrón, camisa blanca y corbata lila.
Dentro de la producción de Sorolla, el retrato del Marqués de la Vega-Inclán pertenecería a la etapa de culminación (1900-1910), dentro de la cual ejecuta, entre otras temáticas, retratos que le van a reportar grandes ingresos. Al igual que en Autorretrato de 1904 o en el Retrato de la Señora Pérez de Ayala de 1920, adopta en éste el formato apaisado, fórmula que Sorolla solía emplear para realizar los de amigos y familiares. Igualmente, si se compara con el realizado de su hijo Joaquín Sorolla y García (1917), muestra un tendencia a esquematizar las formas presentando solo lo esencial: el retratado sobre un fondo neutro.
Según Mª Elena Gómez-Moreno (1981) Sorolla pintaba con el modelo delante y rápidamente para que no cambiase la luz o se debilitase la impresión primera. Retrató a don Benigno varias veces, siendo una de ellas esta obra, que le regaló y donde le muestra a los cincuenta y dos años.