La representada es una romana joven cuyos ojos grandes, con perforaciones profundas marcando las pupilas, miran hacia la derecha en actitud reflexiva. Como este, numerosos retratos de particulares realizados a finales de la época severiana documentan el florecimiento del retrato femenino y el gran prestigio de la mujer en una época en que Iulia Mamaea, la madre del emperador Alejandro Severo, era quien decidía la suerte de Roma. También es prueba del gusto por la representación de las facciones individuales, tendencia que ya no era habitual desde hacia mas de un siglo. Retratos monetales muestran que peinados similares, con moño, eran usados sobre todo en la época de los emperadores Heliogábalo (218-222) y Alejandro Severo.