Sobre un fondo liso en el que el contorno de la figura se dibuja con limpieza, Tristán ha pintado a un fraile carmelita que viste el hábito de la orden reservado para ocasiones solemnes. El personaje, hasta hoy desconocido, está representado de medio cuerpo y sentado ante una pequeña mesa vestida con un tapete verde; con su mano izquierda sujeta un libro sobre el que apoya la derecha y que descansa sobre otro tomo que reposa sobre el tablero; quizá el pintor nos está indicando que se trata de un fraile escritor. El rostro sin idealizar, tiene una sorprendente fuerza individual y la expresividad de su mirada, que dirige al espectador, da a conocer el carácter enérgico del fraile. Es también manifiesto el interés del autor por el claroscuro al iluminar el rostro, las manos y los tonos blancos para hacerlos destacar sobre el color neutro del fondo.