En el centro de este retrato familiar, el cabeza de familia marca el eje de la composición y a su lado el resto del linaje, en sendos grupos de tres, los hijos varones a la izquierda y las mujeres a la derecha. Las vestiduras negras, el fondo oscuro y los cuellos blancos, según una moda nórdica de finales del siglo XVI, hacen que los rostros de los personajes queden especialmente resaltados.
El gesto grave del padre, unido a la calavera y al reloj sobre la mesa, evocan el paso del tiempo, la muerte y la fugacidad de las cosas. En el grupo de los hijos, los gestos de devoción filial son claros, con la mano sobre el pecho de algunos y, de manera más clara, a través de la mirada fija en el padre de los dos más pequeños. Key logra una composición de gran soltura e impacto. La disposición escorzada de la mayoría de las figuras no rompe la simetría ni el sentido compacto del conjunto, según la manera tradicional del retrato familiar en los Países Bajos.