Las marcas corresponden al maestro pseudogótico cuyas piezas abundan en la colección Lázaro. Desde cualquier punto de vista es una obra característica de su producción. En primer lugar hay que destacar el tipo de pieza. Lo hemos clasificado como relicario a sabiendas que nunca debió serlo, pero un recipiente como éste que remata en una figura de san Pedro no puede tener otra función. El tipo parece más cercano a un copón, pero además de que entonces hubiera debido rematar en una cruz, no existía tal tipo de obra en la época gótica y no resulta muy práctico funcionalmente. La forma de la caja es absolutamente excepcional en cualquier época, sea para relicario o para copón. El platero ha tomado la estructura de un nudo de cruz, que también empleó para salero (inv. nº 343), y el chapitel de remate procede de algunos de sus cetros; lo que representa una singularidad respecto a otras de sus obras son los conos que visulmente rematen los contrafuertes pero que, en realidad, pertenencen a la tapa. Nada especial tiene el astil pero el pie es un claro testimonio de la labor de este platero. La estructura acucharada es relativamente común en época antigua, pero el adorno denuncia por todas partes su modernidad, tanto en las formas decorativas como en la cabeza de las figuras y en la elección de los motivos.