Vista de los perfiles del caserío de Villerville desde su playa.
La técnica empleada, a base de cortas, empastadas y vibrantes pinceladas, subraya la sensación de momento fugaz que parece que Haes intentó plasmar en este paisaje. Especialmente bellos son los puntuales toques de luz que iluminan la bruma marítima y que contrastan con la gama oscura de los colores del horizonte y del pedregal del primer plano.
Gracias al dibujo Villerville (D5285), conservado en las colecciones del Museo del Prado, se ha podido completar el título de la presente obra.
Esta obra forma parte del conjunto de cuadros de Carlos de Haes donados por sus discípulos al desaparecido Museo de Arte Moderno y aceptados por Real Orden de 10 de junio de 1899.
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