Una joven con un niña en su mano recibe una rosa de otra que arrodillada recoge unas flores. Detrás una figura masculina pretende sorprender a la primera con un conejillo que lleva en la mano. El fondo de montañas que se representa tras ellos es muy habitual en las escenas de género de Goya.
Para esta alegoría de la Primavera, el pintor rehuye de la acostumbrada representación de la diosa Flora, que habían utilizado muchos artistas anteriores. En su lugar exhibe figuras reales, junto a atributos tradicionales de esta estación, como las flores o las liebres.
La actitud elegante de la joven arrodillada en primer término es un eco de Las Meninas (P1174) de Velázquez, cuya influencia está presente en la obra de Goya.
Forma parte de los cartones de tapices para el comedor del príncipe de Asturias en el Palacio de El Pardo.
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