María está sentada ante un nicho de arquitectura renacentista. Las figuras semejan esculturas, como es habitual en Gossaert desde 1508-1509, reflejando los estudios de esculturas antiguas y los dibujos realizados durante su viaje a Roma en compañía de su patrón, Felipe de Borgoña. Pese al carácter "plástico" de su romanismo, también se perciben en él ecos de Rafael, al que podría remitir la composición piramidal. Fiel a la tradición flamenca en que se forma, Gossaert traduce las calidades con precisión e incorpora en sus obras "símbolos ocultos". Tanto el que Jesús abandone el seno de María al tiempo que la abraza, mientras pisa el libro, como sus pensativos rostros y la presencia de la manzana, alusiva a la Virgen como nueva Eva, evocan la Redención.
Perteneció a Felipe II, que la entregó al Monasterio de El Escorial en 1572.
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