Fiel a su interés por la figura de la reina Juana “la Loca”, Pradilla, interpretó en esta pintura el pasaje de la reclusión de la soberana en el Castillo de Tordesillas, donde se encerró de por vida junto al cadáver de su esposo. En el interior de una estancia palaciega, donde se ve una chimenea gótica, doña Juana, sentada junto a la ventana, mira ensimismada al espectador sin hacer caso de los juegos de su hija. A la derecha una dama y una sirvienta contemplan la escena con cierta tristeza. Al fondo, una puerta entreabierta permite contemplar el féretro con el cuerpo de Felipe “el Hermoso”.
Pradilla abandonó la grandilocuencia de los enormes cuadros de historia de décadas anteriores para realizar un pequeño cuadro de gabinete. El estudiado aspecto escenográfico, el conocimiento arqueológico e histórico que aquí utiliza con cierto eclecticismo en ropajes o mobiliario, se unen a una técnica acabada y preciosista. Estos aspectos impiden considerar esta pequeña obra como el boceto para un cuadro más grande con idéntico tema, siendo un magnífico ejemplo de la nueva tendencia pictórica de Pradilla a la hora de abordar los cuadros de Historia en obras de pequeño formato.