Pintado en Venecia, forma parte de la serie de ocho escenas de la Pasión de Cristo conformada por las obras P00355 a P00362. Proceden del Convento de San Felipe Neri de Madrid, de donde pasaron al Museo de la Trinidad.Nada conocemos de las condiciones impuestas en el contrato, si es que éste llegó a existir, por parte de los clérigos seculares de San Felipe Neri de Madrid y, por ello, no ha resultado posible probar documentalmente eventuales limitaciones en lo referente a formato, número total de escenas, tamaño, etc. Sin embargo, parece posible afirmar que estas limitaciones debieron existir y que condicionaron decisivamente la labor del artista. Eso se deduce del punto de vista adoptado, muy bajo, y de las deformadas proporciones de algunas de las figuras, fundamentalmente las piernas del propio Cristo, aspecto que en lienzos como el Descendimiento (P00361) provocan un cierto desagrado. Esto podría deberse a que esta serie fue concebida como sobrepuertas o, quizás, porque desde el principio se tuvo presente la necesidad de colocarlos en un lugar alto, quizás para ser contemplados simultáneamente por un grupo numeroso de fieles tal y como se hace en los Via Crucis, sin que lo sea propiamente.Existe otra característica de esta serie que, ya sea producida por eventuales limitaciones de un contrato no encontrado hasta ahora o por cualquier otra circunstancia, confiere a todo el conjunto una fuerte personalidad. Porque, efectivamente, a diferencia de otros lienzos dedicados por este artista a temas afines, Giandomenico creó un ambiente deliberadamente claustrofóbico, donde buscaba crear un sentido dramático casi irrespirable, aunque la narración tenga lugar en exteriores. Para ello amontonó figuras en un primer plano en el que aparecen los personajes imprescindibles para la representación del drama, además de algunos otros, no muchos, que permiten crear esa atmósfera desasosegante, que invita a reflexionar sobre los hechos representados. Esto, la gradación artificial de los colores, el atrezzo teatral y el valor casi expresionista de alguno de los rostros, confiere a todo el conjunto un ambiente deliberadamente irreal que, al mismo tiempo, nos transporta a un hecho de especial significado religioso e incomparables posibilidades dramáticas. Quizás esta sea la característica más importante de toda la serie, esto es, la conjunción de todos los recursos técnicos y expresivos para alcanzar un clima dramático que se suponía ajeno al mundo creado por los Tiepolo, aparentemente más capacitados para crear "efectos" que para estimular "sentimientos".El color es otro recurso magistralmente instrumentado por el artista para influir en el ánimo del espectador. Está claro que en ningún momento se pretendió reproducir una escena real. Un ejemplo de ello es, de nuevo, el lienzo del Descendimiento (P00361), en el que el efecto dramático se acentúa gracias al uso de colores fuertemente contrastados, casi habría que decir que violentamente contrastados: naranja, azul, rojo o verde sin ninguna gradación entre ellos, que se "enfrentan" vivamente con grandes superficies de gélido color marfil, correspondientes a los rostros de los personajes femeninos y al propio Cristo, ya muerto. Otras figuras colaboran activamente en la creación de este ambiente irrespirable, rostros como el de uno de los dos ladrones, representado casi sin dibujo, exclusivamente con manchas de color claro de calidad casi expresionista o, mejor, el de María Magdalena, sin duda el pesonaje que mejor resume la desolación y tristeza que desprende toda la serie.