Estamos ante la imagen de una cortesana veneciana, probablemente la célebre Verónica Franco (1546-1591). Jugando con la mirada y la indumentaria de la modelo, el pintor propone al espectador un juego de sutil erotismo donde la insinuación prevalece sobre la exhibición, de tal forma que la visión del pecho es contrarrestada por un rostro de perfil que otorga a la retratada un aura de misterio.
Atribuida tradicionalmente a Tintoretto, está más próxima a su hijo Domenico, quien difiere de su padre por un mayor énfasis en el dibujo y el acabado de las figuras.