El niño, de abundante cabellera rizada, está retratado con cuatro años, vestido con un infantil guardapolvo y recostado nerviosamente sobre una silla, mientras sostiene una manzana en las manos.
Pinazo utilizó en numerosas ocasiones a su hijo como motivo pictórico, logrando realizar escenas en las que lograba captar de manera muy sutil la espontaneidad y la frescura infantiles. En este caso además la obra se convierte en un ejercicio de pura pintura, en la que el modelo está situado en una oscuridad casi absoluta, con una luz muy dirigida que ilumina el rostro, dejando más apagado el resto del modelo.
Las largas pinceladas y la paleta cromática cercana a los negros, relacionan la pintura de Pinazo con ciertas características técnicas de Velázquez.
Fue adquirido junto con varias obras del artista en 1957 con destino al Museo de Arte Moderno.