Busto de Cristo mayor que el natural, con la cabeza vuelta hacia la derecha del espectador y los ojos bajos. El rostro tiene forma oval, con labios muy finos, barba partida y cabello largo y rizado que cae sobre los hombros. El manto que cubre éstos y la parte superior del pecho es de marmol rojo. Llama la atención lo poco terminada que está la parte posterior de la escultura, como si se hubiera hecho para ir adosada a un muro. Además el trabajo del cabello no tiene nada que ver con el de la parte frontal, sino que está embutido de manera muy descuidada.
En cuanto al modelo, la expresión es de lejanía frente al espectador. Esta representación de Cristo enlaza con los textos medievales y, más concretamente, con las imágenes idealizadas de las primeras medallas y plaquetas de Renacimiento italiano, con el concepto neoplatónico de la perfecta belleza de Cristo, como manifestación de lo divino. Se trata de una escultura muy trabajada en los detalles, con labor de trépano en el cabello, un marmol muy pulido y la utilización del color para resaltar las diferentes calidades de la materia. El rostro de Cristo deriva de modelos de Verrochio, como el Cristo y Santo Tomás en Or San Michele, en Florencia, o el del monumento Forteguerri en el Duomo de Pistoia, aunque está más idealizado. Azcárate (1958) lo incluyó entre las importaciones de obras de Italia para Felipe II. Catalogado por Lorente (1969) como obra del escultor italiano Antonio di Giulano Begarelli (1497/99-1565), en base a la similitud con sus trabajos en Módena y Parma, la atribución ha sido descartada ya que todos los trabajos de este artista fueron realizados en terracota. La posible autoría de Gaspar Becerra (152-1568), recogida por tradición carece así mismo de consistencia ya que no se conocen obras en mármol de este artista, aunque el hecho de que estuviera en Italia, en el entorno de Miguel Ángel y, años más tarde, en 1562, pasara al servicio de Felipe II, pudiera llevar a pensar que lo que se ha venido recogiendo por tradición fuera en este caso realidad. Sin embargo en Roma, en torno a 1600, trabajaba un escultor cuyo estilo tiene algunos puntos en común con el de esta obra. Se trata de Nicolás Cordier. Se sabe que Cordier, al morir, dejó un busto inacabado de El Salvador y en relación con éste se le ha atribuido otro que se encuentra en la Iglesia de Santa Inés extra Muros de Roma. Este último, aunque es de mármol de un solo color y mira hacia arriba en actitud de súplica, tiene algunos rasgos similares con el del Prado. El modelo alargado del rostro es muy parecido, así como el cabello largo rizado, peinado con raya en medio, que cae por encima de los hombros, el bigote, la barba, los pómulos marcados, la boca de labios rectos, la nariz afilada y, por último el gesto que, aunque diferente, resulta expresivo en ambos casos. El hecho de que este artista, por otro lado muy influido por Miguel Ángel, trabajase el mármol de varios colores antes de la gran eclosión en la Roma de Bernini, es otro hecho que puede confirmar la hipótesis de Coppel de que, si no se trata de una obra suya, puede ser de algún escultor de sus entorno o, al menos de su influencia.
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