Se trata de una de las obras que demuestran que la iconografía del príncipe heredero era con frecuencia similar a la del Rey y a través de sus imágenes se trata de subrayar la idea de continuidad. En este caso, los puntos de referencia son los retratos que hizo Velázquez a Felipe IV (P01182) y al infante don Carlos (P01188) en los años veinte. La pose y la vestimenta son muy similares al retrato del primero, mientras que el sombrero de ala ancha y los guantes nos recuerdan a los que portaba el segundo. En el momento de ser retratado el heredero contaba con dieciséis años de edad como reza la inscripción del fondo. La presencia de los elementos de poder, espada, silla y cortinaje remarcan la condición de soberano.
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