Carlos Luis de Ribera y Fievé, primogénito del pintor neoclásico Juan Antonio de Ribera, fue también pintor y amigo de Federico de Madrazo, quien realizó este retrato cuando ambos residían en París. El cuadro es el resultado de un acuerdo por el que cada uno pintaría una imagen del otro para ser enviadas a la exposición anual de pinturas de la Academia de San Fernando.
El retrato es uno de los mejores de la carrera temprana de Federico de Madrazo, que sigue una composición muy utilizada por artistas franceses como David, Ingres o Delaroche. La pose del modelo, que Madrazo repetiría en otros retratos, logra dotar al personaje de un carácter fuertemente romántico, al que también contribuye la disposición de la capa que oculta el sillón.
El recuerdo de la tradición española, está también presente, pudiéndose observar en la resolución de los pliegues con una pincelada amplia, así como en la perfecta captación del espíritu del retratado. Siguiendo esta habilidad, propia de los grandes maestros, Madrazo plasma perfectamente el carácter algo melancólico de Ribera.
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