Obra cumbre de la pintura de Pradilla, quien realizó varios cuadros con esta reina española como protagonista. En este caso se representa un momento del trayecto que doña Juana hizo con el cadáver de su esposo desde Miraflores a Granada, donde sería enterrado.
La reina en su posición erguida centra la composición dominando la escena. Con la mirada perdida en el féretro, permanece impasible ante las inclemencias del tiempo, como delata el fuerte viento que arrastra el humo de la hoguera. Alrededor de ella, las damas y caballeros de su séquito atónitos y sobrecogidos contemplan a su señora.
Pradilla muestra en esta pintura, caraterizada por su singular realismo, su habilidad para la composición escenográfica, el sentido rítmico y equilibrado de la composición y su conocimiento histórico, a través de los trajes y accesorios incluidos.
La obra fue pintada en Roma, cuando Pradilla disfrutaba de una pensión en la Academia de España, conociendo un éxito inmediato. Fue adquirida para el Museo del Prado pasando después al Museo de Arte Moderno en 1879.
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