La joven desnuda, sentada sobre un paño blanco, con el que se cubre el regazo es mostrada por el artista de perfil, evitando mostrar su rostro.
Se trata de un estudio de desnudo, uno de tantos que hizo el artista, pero quizás el que más elogios recibió. En él fueron alabados como de una maestría exquisita varios aspectos que marcan las características de la obra: la riqueza de la paleta, especialmente de los verdes que varían rítmicamente, la suavidad de la piel y el cabello de la retratada y la diáfana luz que baña a la mujer, cayendo plácidamente sobre torso y brazos. El lirismo con el que se concibe la pintura llevó a que fuese considerada por algunos críticos como la representación de una musa sentada en el bosque.
Presentada a la Exposición Nacional de 1912, junto a otras treinta y tres pinturas más, el conjunto obtuvo la medalla de honor, siendo adquirida inmediatamente para el Museo de Arte Moderno.