Las representaciones de distintas aves posadas sobre troncos de árboles, en ocasiones junto a una partitura musical, fueron popularizadas por los artistas flamencos en las primeras décadas del siglo XVII, especialmente por Frans Snyders.
Sin embargo, aunque suelen ser consideradas como alusiones al sentido del Oído, la interpretación no es clara. Otras interpretaciones aluden a la posibilidad de que representen la Sabiduría, a través de la lechuza, animal emblema de este concepto, que en ocasiones parece dirigir estos bucólicos conciertos.
En cualquier caso, la diversidad de imágenes de pájaros dota a este tipo de pinturas de una atractiva manifestación natural, lo que las convirtió en objeto de coleccionismo por parte de aristócratas y burgueses, que en muchos casos las destinaban a sus casas de campo.
Este ejemplar, como también otro en la colección del Prado (P1761), fue probablemente donado por el marqués de Leganés a Felipe IV. En 1636 ya se encontraba en el Alcázar de Madrid.