La escena principal ocupa el primer término, pero ya no está situada en el plano inmediato al espectador como en la etapa anterior, sino algo alejada. En consecuencia, el tamaño de las figuras es menor. Asimismo, la línea del horizonte es más baja, por lo que el cielo adquiere un protagonismo mucho mayor. Por otra parte, si bien la composición sigue estando en parte cerrada al fondo por una diagonal por el lado izquierdo se abre hacia la lejanía. Al mismo tiempo, la rígida articulación espacial a base de planos horizontales de color ha sido sustituida por la perspectiva atmosférica que funde la luz y los colores creando una sensación de continuidad espacial. Además esos planos horizontales están ahora enlazados por medio de una serie de escenas secundarias que prestan una mayor vivacidad al conjunto. Con todo ello la composición adquiere una mayor profundidad. En cuanto al color, si bien en la escena principal y el paisaje del primer plano mantiene la gama cromática de pardos y amarillos, rotos sólo por pequeños toques de rojo y el blanco del caballo que cae, el verde del árbol que cierra la composición por la derecha y sobre todo el delicado azul del cielo, perceptible a través de dramáticas masas de nubes, anuncian las delicadas tonalidades del estilo pleno de Wouwerman.
Como es habitual en él, a pesar de su aparente naturalidad, los agrupamientos están muy estudiados y todavía siguen la tradición de la escuela de Haarlem. Asimismo, la disposición circular que permite representar al caballo con gran dinamismo y desde diversos flancos, es una formula habitual en Esaias van de Velde (1587-1630) y sus seguidores. Wouwerman la emplea en algunas otras de sus batallas, como Batalla entre cristianos y turcos (San Petersburgo, Museo del Ermitage), si bien aquí el círculo es más abierto y el dinamismo mayor. Por otro lado, las figuras y animales son más refinados, pero mantiene algunos elementos de Van Laer como el caballo blanco que cae al suelo mientras su jinetes sale huyendo.
Schumacher opina que estas escenas de batallas, de compleja composición, eran la tarjeta de presentación del joven pintor: a través de ellas se mostraba como continuador de la tradición de Esaias van de Velde y Pieter van Laer y, al mismo tiempo, como principal pintor de batallas de la escuela de Haarlem, tal y como fue su fama en el siglo XVII.
Formó parte de la colección de Felipe V. En 1746 figura en el Palacio de La Granja de San Ildefonso. En 1794 consta en el Palacio de Aranjuez y en 1814 en el Palacio Real de Madrid. Ingresó en el Museo antes de 1834. Estuvo depositado en el Museo de Bellas Artes de Sevilla por O.M. desde 1970 a 1989.
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