Un cazador, representado de espaldas con la escopeta al hombro, se gira para recoger la correa de sus dos perros en un entorno boscoso, apropiado para la actividad del personaje.
Goya integra con perfección al hombre con la naturaleza y con su perro, con el que parece dialogar, animándole a la acción. El árbol, de sinuoso movimiento ascendente, ayuda a la composición vertical.
El cuadro es uno de los cartones para los tapices del comedor de los príncipes de Asturias en el Escorial, cuyo formato extremadamente estrecho indica la colocación junto a una ventana, puerta o en una rinconera.