Autorretrato de Goya sobre fondo neutro, elegantemente vestido, sentado frente al caballete y mirando directamente al espectador.
Se trata de una de las imágenes más íntimas que Goya pintó de sí mismo, atrapado en el proceso creativo, concentrado, con mirada inquisidora y con el cabello alborotado.
Esta obra procede de don Tomás de Berganza, mayordomo de la duquesa de Alba. Fue adquirida para el Museo del Prado en 1995 con fondos del legado Villaescusa.
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