El artista se autorrepresenta de busto prolongado, casi medio cuerpo, y girado hacia la derecha, mientras acomete una pintura sobre lienzo.
La manera segura y orgullosa con que se nos muestra Pinazo viene a confirmar la seguridad que tenía en su propia actividad, entroncando con los grandes autorretratos de la pintura antigua española. A este efecto contribuye el uso de una tonalidad uniforme donde predominan ocres y pardos.
Destacan las pinceladas impetuosas y arrebatadas con las que construye la pintura, especialmente en la mano con la que aborda el lienzo, cuyo tema pictórico se oculta al espectador.
Ingresó en el Museo de Arte Moderno en 1941.
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