La cabeza es antigua; el busto fue añadido en el siglo XVI. Adriano encargó, ya con sesenta años, esta imagen idealizada, ajena al aspecto real que él ofrecía por entonces. Sabemos que, en esa misma fecha, hizo acuñar monedas de oro que le representaban con esa misma efigie juvenil, como nuevo Rómulo, en un intento de exaltar tanto su victoria contra los judios como su relación con Trajano y Plotina, sus padres adoptivos ya divinizados. También sabemos que en 136 adoptó como sucesor al joven Lucio Elio César, de facciones muy parecidas a las de esta cabeza, que moriría poco después. Acaso por este entramado de circunstancias hizo representarse así: próximo a la muerte y a la previsible divinización, Adriano quiso crearse una efigie heroica que resaltase la semejanza con su presunto sucesor y que se basase en una famosa escultura clásica: el Diomedes de Cresilas (siglo V a.C.): al fin y al cabo, Diomedes fue uno de los jefes aqueos que lucharon en Asia para conquistar Troya.