De más de medio cuerpo, en pie, el santo permanece ante una calavera, contemplando al ángel que le muestra un recipiente de cristal lleno de agua transparente, alusiva a la pureza que debe tener todo aquel que quiera acceder al sacerdocio. En su humildad el santo piensa que nunca alcanzará tal perfección y renuncia a la ordenación sacerdotal. Este tema, acorde con la mentalidad de la Contrarreforma, tuvo una gran difusión durante el siglo XVII.
Alusivos también a la penitencia y humildad son la calavera y el flagelo sobre la piedra, igual que la estameña que viste San Francisco.
Obra de la madurez del artista, todavía son perceptibles los ecos tenebristas, con las figuras fuertemente iluminadas emergiendo de la penumbra, a la vez que destaca su recreación en los valores táctiles de los objetos.
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