Virgen hueca tocada con manto que se sujeta por medio de una diadema a la cabeza, y que le cubre el cuerpo por delante, salvo el torso y vientre. Apoya su mano derecha sobre este último con un gesto significativo de la encarnación de su Hijo. La izquierda sostiene una filacteria con la inscripción latina de la aceptación a la propuesta divina.
Esta imagen, junto con el Arcángel Gabriel con el que forma pareja y representan la escena de la Anunciación, no ha sido publicada hasta la fecha, a pesar de constituir un notable eslabón dentro de una original iconografía medieval surgida y propagada en Castilla la Vieja. Ambas corresponden a un tipo iconográfico que, según Ángela Franco, tuvo comienzo en una Virgen y un Ángel de la catedral de León de fines del siglo XIII ahora separados, pero que debieron de formar pareja. Son el llamado Ángel de Reims, por ser un trasunto del famoso Ángel de la Sonrisa de esa Catedral, y la Virgen de la Esperanza, denominación motivada por su estado, talla a la que alude el testamento del obispo Martín Fernández en 1288 como la Preñada, y que fue donada por Velasco Domínguez, arcediano de Saldaña, fallecido en 1299. Los canónigos de San Isidoro debieron de encargar una pareja semejante que se conserva en la Colegiata, pues parece copia de la anterior. La relación entre las figuras del Arcángel y la Virgen es indudable por sus miradas cruzadas y la ligera inclinación de los cuerpos de la una hacia la otra, además de la complementariedad de las leyendas que aparecen en las respectivas filacterias. El gesto de la Virgen de colocar su mano derecha sobre el vientre como señal de su embarazo es peculiar del arte español, y significa la representación de dos episodios -Anunciación y Encarnación- en una sola escena.
La semejanza de estas tallas del Museo con las de la Anunciación de la colegiata de Toro, fechadas por Franco hacia 1300-1315, son grandes. La Virgen se corona con diadema como en los ejemplares leonés y toresano. La posición de la mano izquierda recuerda principalmente a la de la colegiata de San Isidoro de León, y la derecha, con los dedos algo entreabiertos, a la catedralicia y a la de Toro, pero el manto y sus pliegues son iguales a los de esta última, con la prenda extendiéndose por debajo del vientre. Las trenzas del pelo son visibles por los laterales del velo como ocurre en San Isidoro y en Toro. El parecido con el arcángel Gabriel con el ejemplar toresano es aún mayor, en el cabello rizado que cae sobre las orejas sin expandirse, la boca entreabierta para pronunciar la salutación, el cuello circular del manto que se abre en dos y cae en una cascada lateral de pliegues, la túnica que sobresale a la altura de los pies o la posición de las manos para sostener la filacteria. Los pliegues están pegados al cuerpo y las piernas no presentan la torsión de otros modelos.
Los rasgos faciales de gran finura, la excelente calidad del encarnado y el estofado y el elegante canon de las esculturas hace que sean una pieza muy estimable, a la que se añade el interés de ser un ejemplo en madera directamente entroncado con las tallas pétreas citadas por Franco Mata. La calidad es mayor que en Toro, tal vez por la mayor facilidad de la madera para ser trabajada. Pueden considerarse coetáneas o poco posteriores, pues suponemos que algunos templos cercanos solicitarían que se les hicieran copias en madera de los prototipos tallados por el escultor que trabajó en la Colegiata (Catalogador: Cruz Yabar, Juan María. 25 - VI - 2007).
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