Antonio Fabrés, uno de los principales pintores orientalistas de fines de siglo, pintó en varias ocasiones a ladrones condenados a muerte (como indica la tablilla en árabe sobre la cabeza de este), rodeados de los objetos que habían robado. A pesar de la crueldad del castigo, el artista se recrea en los vivos colores y en la bella disposición de los ropajes.
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