Muestra el asedio a la ciudad celtibérica por las tropas de Escipión (133 a.C.). Escena en plena batalla de jinetes a caballo, atacándose, con la ciudad en llamas al fondo. Todavía demuestra la herencia barroca en el gusto por la composición abigarrada, estructurada piramidalmente, y la concepción unitaria del conjunto, en donde es difícil valorar la calidad del modelado por la excesiva confusión que las figuras ofrecen. Es uno de los treinta y dos relieves (cuatro de ellos sin acabar) destinados a la decoración de los pasillos del Palacio Real, proyectada por Fernando VI e iniciada en 1753. Fue interrumpido el proyecto por Carlos III en 1761, por considerar los relieves excesivamente aparatosos. Al Museo llegaron, en el s. XIX, treinta y una de estas obras, nueve de ellas con escenas bélicas, siete con alegorías, siete con escenas religiosas y seis con consejos, además de dos representaciones de concilios, de las que una pudo ser diseñada para completar el conjunto de las asambleas políticas.
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