Rico combina su interés por las arquitecturas antiguas de Toledo, ciudad que visitó en 1875, con la pintoresca presencia de varios burros cargados con cántaros de agua. Es una composición realizada a partir de diversos apuntes que el artista plasma con gran soltura en uno de sus álbumes de dibujos, en la que le interesa sobre todo el efecto casi cegador del sol toledano en las fachadas de las casas.