Como resulta obvio, la composición y argumento de este pequeño lienzo derivan directísimamente del gran lienzo de San Bernardino de Siena predicando, pintado por Goya entre 1781 y 1783 para una de las capillas laterales de la basílica de San Francisco el Grande de Madrid, dónde aún se conserva. [...] El cuadro ha sido considerado tradicionalmente obra de Leonardo Alenza; atribución que puede perfectamente mantenerse ya que, en efecto, muestra el lenguaje plástico más característico de los apuntes rápidos de este artista, tanto en la ejecución abreviada de las figuras, de rasgos afilados y sintéticos, como en los modelos humanos, especialmente reconocibles en personajes como la vieja celestina del primer término, la mujer arrodillada o la madre con el hijo en brazos del fondo, resueltos siempre con una materia jugosa, de toques nerviosos para resaltar los detalles.