Se trata del muy fragmentado y restaurado Nactanebo (380-362 a.C.), primer monarca de la XXX dinastía. Depositado por el Prado en Museo Arqueológico Nacional. De las dos estatuas arrodilladas que reunió el marqués del Carpio, es la única que adquirió Felipe V, quien probablemente encargó retocarle la cabeza y parte de los hombros. Sin embargo, el núcleo de la figura es ciertamente egipcio, y ajeno aún a todo tipo de influjos griegos o romanos. Los inventarios realizados a la muerte de Carlos III lo describen como "otro (ydolo) sentado sosteniendo sobre si una mesa de sacrificio y varios caracteres en el pedestal; le falta el dedo meñique de la mano izquierda".
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