El Apóstol, santo patrono del rey Felipe IV, predica en Escytia y en Hierápolis, ciudad en la que, a los 87 años, es crucificado con cuerdas y enterrado. Ribera lo representa desnudo y atado al travesaño en el momento de ser subido por tres sayones, ante un grupo de infieles. Llama la atención, a la izquierda, la figura femenina con un niño en brazos, posible alegoría de la Caridad cristiana.
Considerado durante algún tiempo como el tormento de San Bartolomé, es una de las representaciones de martirio más inquietantes de la pintura barroca. Obra característica de la segunda etapa pictórica de Ribera, en ella destacan los fondos luminosos, las tonalidades claras y el dominio de la diagonal en la composición.
Firmado y fechado sobre la piedra, en el ángulo inferior derecho.
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